Osca Lata es su nombre científico. Sin embargo, en amplias zonas del sur de Chile se le conoce como tábano negro o, mejor aún, coliguacho.
El verano austral, que comenzó este año el 21 de diciembre, no viene solo. Los jotes se caen asados, el sol dura más tiempo achicharrándonos las cabezas y un sinnúmero de chilenos y extranjeros toman sus ansiadas vacaciones; precisamente, muchos viajando hacia el sur en busca de refrescarse un poco.
Imagínese, aunque debe haberle pasado alguna vez, el siguiente escenario. Usted, en una reposera a la orilla del lago Calafquén o Villarrica o el que usted quiera. Allí, yace relajado tras haberse enguatado de sandía con harina tostada. Solo el sonido del lago y usted, salvo que…
Un dron inventado por la naturaleza comienza a merodear. Primero lejos, y luego cerca. Su profundo color negro y naranjo se nota a leguas. Incluso llega a posarse sobre superficies, con ese ruido casi ensordecedor en tropel. Sala de Prensa le recuerda a su público, el verano no viene solo.
Entre moscas se entienden
Cuando dicen, coloquialmente, que alguien anda mosqueando, debería referirse directamente a su primo coliguacho en vez de a las vilipendiadas moscas. Aunque ambas especies pertenecen al género de los dípteros, insectos con dos alas, el coliguacho es considerablemente más grande, notorio y mosca en términos coloquiales, que las propias moscas.
Aparecen en el verano por sus ciclos reproductivos. Las larvas crecen y crecen en lugares acuáticos, boscosos y pantanosos hasta transformarse en Osca Lata adultas, en esta fecha. Si bien existen desde el Maule al sur, desde el lago Colico en Cunco, La Araucanía, hacia la Patagonia es donde más se aprecian estos polinizadores bicharracos.
Según Luis Peña Guzmán, destacado entomólogo chilensis del siglo XX, se caracterizan “porque las hembras son picadoras y chupan sangre”, pudiendo medir 3 centímetros y dejar dolorosas picadas. Las coliguachas son las que más hinchan a los veraneantes.
Pero, no sólo son seres del mal fabricados para causar incomodidad. Todo lo contrario. “Los machos se alimentan de néctar y polen, y están posados sobre las flores”, relató Peña en su magna obra Introducción a los insectos de Chile, de 1987.
Pasado el día de San Sebastián, 20 de enero para los citadinos, los coliguachos desaparecen súbitamente. Ni los candidatos después de una elección desaparecen tan rápido. Duran más que algunos seremis, en todo caso.
El televisivo bichólogo, Alfredo Ugarte, confesó en entrevista con Biobío en 2021 que, a esa fecha, no se conoce una causa real de la desaparición del tábano chileno tras el 20 de enero. ¿Milagro de San Sebastián? Puede ser. ¿Los biólogos tienen pega por delante? Puede ser también.
¿Es peligroso el coliguacho? ¿Cómo lo puedo evitar?
Directo al grano. No existe constancia alguna de que el coliguacho en sí mismo sea agente patógeno o transmisor de enfermedades. Salvo los severos problemas a los nervios que genera y una picadura más molesta que el zumbido, no provoca nada más.
¿Y cómo lo evito? No vaya de vacaciones al sur (?) Broma. Evite usar colores oscuros, como el azul, negro u otros parecidos. Cuando uno de estos seres se acerque, no hay que moverse para espantarlo. Por más difícil que suene, pero a ellos les atrae el movimiento.
Algunos malillas, yo nunca pude, dejan que los coliguachos se acerquen para tomarlos. Luego, como en la novela La isla del Doctor Moreau del enorme escritor H. G. Wells (la recomendamos encarecidamente, aunque también Los Simpson hicieron su versión), toman al bichito y le ponen un palito en su parte trasera. Luego, los sueltan y ven su fatídico último vuelo, bastante más débiles. Otros más hambrientos directamente se los comen, ya que tienen saquitos de miel bastante dulce. Un elixir a lo Coco Basile.
En resumen, no son tan malos. Sólo son molestos. Así que mentalícese para sus vacaciones, y ponga un puesto más en la mesa para el coliguacho.