El megapuerto de Chancay, en el Perú, se ha robado las miradas del comercio internacional a ambos lados del Pacífico.
Puerto Chancay de Perú concreta su primera entrega a China en tiempo récord
La inversión china, que supera los $1.300 millones de dólares, transformó al puerto cercano a Lima en el más grande de Latinoamérica. Otros 4.500 millones de la divisa estadounidense ingresarían al vecino país en materia económica. Esto, sin duda, es una latente amenaza a los puertos chilenos y sus conexiones con el Lejano Oriente.
Pero la historia de la ciudad de Chancay, hoy de unos 60 mil habitantes, no nació el pasado 14 de noviembre con su megapuerto. Data, cómo no, de los tiempos precolombinos. En sus costas, se desarrolló la artesana cultura Chancay (no fueron muy originales para nombrarse) y luego llegaron los incas, como en gran parte de América del Sur.
Los incas desaparecieron ante los tercios del Imperio Español en 1532, que se asentaron en la zona. En 1562, la bautizaron como Villa de Arnedo, y en 1757 recibió el nombre que tiene ahora. Como un fértil valle, abasteció a Lima en época colonial y, posteriormente, se puso del lado de los independentistas peruanos. Décadas después, en 1879, se desató la ya conocida Guerra del Pacífico. Aquí entramos nosotros.
La Campaña de Lima y el fallido bombardeo a Chancay
Tras las grandes victorias chilenas en Tarapacá, Arica y Tacna, las fuerzas nacionales se acercaron a la capital del Perú, Lima. La ocupación chilena sobre la capital fue larga y compleja, terminando en una retirada pactada años más tarde. El territorio de Chile llegó, en su punto más septentrional, a ocupar Tacna y Tarata a la altura del río Sama.
Ahora bien, en medio de la campaña, Chancay aparecía como un riesgo. Como se dijo antes, era un valle de fértiles tierras y, por ende, podría abastecer a la resistencia peruana. Un 13 de septiembre de 1880, la Covadonga cumplía la misión de cortar el paso a los trenes que recorrían la costa chancayana.
No es cualquier barco. La Covadonga fue una nave veterana de la Guerra Hispano-sudamericana en la década de 1860 y participó en varias batallas navales de la Guerra del Pacífico, como los combates navales de Iquique, Punta Gruesa o Angamos, al que nos hemos referido antes.
Bien, retomemos la historia. Galvarino Riveros, contraalmirante de la Armada chilena, ordenó proteger lo más posible a los barcos chilenos de posibles trampas tras el hundimiento del vapor Loa en julio de 1880. Ese 13 de septiembre, sin embargo, pisamos el palito. ¿El objetivo de la Covadonga? Dos pequeños barcos recreativos.
Pablo de Ferrari, comandante de la goleta nacional, examinó ambos buques y, al verlos inofensivos, acopló uno de ellos a la Covadonga. Terrible error. El pequeño navío era un brulote, embarcación cargada de explosivos que ha existido desde la antigüedad. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, explotó y con ella mató a 32 marinos chilenos, de los 109 totales. Entre ellos, el mismo de Ferrari y el héroe y sobreviviente del Combate Naval de Iquique, el griego Constantino Micalvi.
Junto con ellos, la Covadonga se hundió para siempre frente a Chancay.
¿Qué pasó con la Covadonga?
Apenas se hundió, los primeros en bucear su entorno fueron los mismos chilenos, para retirar objetos de valor de los bandidos. Precisamente los saqueadores, bajo el amparo de un decreto peruano de 1885, depredaron y destruyeron lo que iba quedando de la Covadonga.
Recién en 1959, la Capitanía de Puerto del Callao mandó a rescatar parte de lo poco que aún existía del navío chileno. En 1993, pescadores de Chancay rescataron otros tantos restos de la goleta, como una tetera o una medalla. Existieron planes para reflotarla, pero las pericias indican que intentarlo podría terminar de destruirla.
Algunas cosas quedaron en museos, como el Museo Naval del Callao, pero otras tantas sufrieron la peor suerte: quedaron guardadas, comiendo polvo y olvido por el resto de los tiempos.
Y ahí quedó. Es el nexo directo entre Chancay y Chile. Miles de barcos de todo el mundo podrán atracar en la bahía peruana, pero nuestra Covadonga se ancló en los libros de historia, con o sin megapuerto.